Río Bogotá: el reto de conseguir un ‘activo ambiental’
En el año 2017 se decretó el 12 de mayo como el Día del Río Bogotá, o sea que para un lector del año 2021 serían tan solo cuatro conmemoraciones de este día, pero para un estructurador financiero del proyecto (en adelante homo economicus), realmente serían 27 años. Esto debido a que en 1994 se inició la estructuración y puesta en marcha de la PTAR Salitre. Ahora, si el estructurador se espera hasta la entrada en operación de la PTAR Canoas en el 2026, serán 32 años de duración del proyecto.
Haré aquí entonces un esfuerzo muy burdo para tasar los esfuerzos y los beneficios de este megaproyecto para nuestro homo economicus. Desde el 2010, se pueden contar, a la fecha, millonarias inversiones en el proyecto, que pueden ascender hoy a más de 2977 MUSD, incluyendo estudios ambientales, adecuación hidráulica y mejoramiento ambiental de la cuenca, optimización de la PTAR Salitre y gestión y administración del proyecto, además de la construcción y puesta en marcha de la PTAR Canoas.
Según el Banco Mundial, en 2010 la inversión total del proyecto era de 487 MUSD, finalizando el mismo en 2016 y generando 642 MUSD equivalentes de beneficios económicos durante 40 años, por concepto de aumento en tarifas de aguas residuales derivadas de las mejoras ambientales del proyecto y costos evitados de inundaciones. Esto redunda en una Tasa Interna de Retorno del proyecto de 16,9 %, superior al 10 % de tasa de descuento de referencia, es decir, el valor del dinero en el tiempo de nuestro decisor.
¿Cuánto vale para un agricultor la posibilidad de usar de mejor manera las aguas del río para producir y comercializar en el exterior sus productos agroindustriales orgánicos libres de contaminantes?
Hasta el 2020, con el avance del proyecto ya no se contemplaban costos por inundaciones, pero los municipios de la cuenca del río Bogotá estaban dejando de percibir al menos 1665 MUSD, equivalentes de los beneficios en aumento de tarifas a final del año 2020. Para hacerse a la idea, este monto sería igual a 5.8 billones de pesos y representaría cerca del 29 % del presupuesto de inversión recientemente aprobado para Bogotá en 2021 (20,1 billones de pesos).
Digamos que ahora el homo economicus busca algo más que su rentabilidad anual esperada de 16,9 % (hablemos ahora de un homo economicus con propósito). Según el Banco Mundial, la finalidad del megaproyecto es “transformar el río Bogotá en un ‘activo ambiental’ para la región”. Yo, como homo economicus con propósito, me atrevo a listar algunos desafíos del proyecto para lograr esta finalidad:
-Asegurar una efectiva ejecución de los 1714.3 MUSD (6 billones de pesos) de la inversión estimada en la PTAR Canoas y otros pendientes para finalizar el proyecto, evitando retrasos y sobrecostos.
Implementar adecuadamente un modelo tarifario para el servicio de tratamiento de aguas residuales en cada uno de los 47 municipios beneficiarios, que corresponda a los beneficios ambientales derivados de la operación del proyecto.
-Mantener en buen estado operativo los equipos de las PTAR Salitre y Canoas, para evitar mantenimientos correctivos onerosos antes de su vida útil.
-Articular esfuerzos institucionales entre las diferentes entidades territoriales involucradas en la gestión de recursos financieros del proyecto, para alimentar una única base de datos que esté enlazada con las necesidades de información de las entidades financieras multilaterales, los organismos de control público, entre otros.
Por último, este homo economicus con propósito quiere mencionar que en un proyecto de inversión el tiempo es dinero, pero para este tipo de proyectos es difícil cuantificar en términos monetarios muchos de los beneficios ocultos asociados a disminuir los niveles de contaminación y el impacto de las prácticas cotidianas de los ciudadanos para cuidar el río.
Por ejemplo, ¿cuánto vale para un agricultor la posibilidad de usar de mejor manera las aguas del río para producir y comercializar en el exterior sus productos agroindustriales orgánicos libres de contaminantes? O, en otro caso, ¿cómo se impactan las tarifas de aguas residuales que pagan los bogotanos por el vertimiento de aceite al alcantarillado?
Concluyo entonces diciendo que el 12 de mayo es el Día del Río Bogotá, no solo para el homo economicus puro, sino para todos aquellos que pensamos que esa fría rentabilidad esperada de 16,9 % anual del proyecto palidece frente a los múltiples beneficios sociales y ambientales que colectivamente podemos conseguir de un río Bogotá mejor. Tomemos este día como excusa para invertir, no solo dinero, sino esfuerzos sociales que nos permitan tener un activo ambiental del cual nos beneficiemos todos.
William Zuluaga Muñoz
Director del programa de Maestría en Gestión Financiera
Universidad Ean
Fuente:El Portafolio