Las abejas
El mundo debe avanzar en su protección, pues son vitales para la supervivencia de la especie.
Es una triste y preocupante realidad. Por el afán de aumentar la producción agrícola, estamos acabando con nuestros mejores aliados en la agricultura: los polinizadores. No dejan de ser alarmantes la extinción masiva de abejas en el mundo y la laxitud de las políticas para sacar del mercado los insecticidas que tanto las afectan. Esta semana, un informe publicado en este diario llamó nuevamente la atención sobre el colapso de estas especies, de las que depende la polinización del 90 por ciento de los alimentos en el mundo.
El actual modelo industrial de producción de alimentos es bastante miope. Al abusar de los pesticidas pone en riesgo la existencia de los polinizadores, que están en la base de su negocio y le representan anualmente miles de millones de dólares. El lobby de grandes corporaciones mantiene vigentes regulaciones muy débiles sobre la aplicación de insecticidas como los neonicotinoides, derivados de la nicotina, cuyo uso es bastante extendido para el control de plagas y el tratamiento de semillas.
Las evidencias de la ciencia y las campañas de cientos de activistas lograron, por ejemplo, que la Unión Europea prohibiera en abril de este año el uso de tres insecticidas en cultivos al aire libre. Pero, al mismo tiempo, en países como Brasil, bajo el mandato de Bolsonaro, se busca flexibilizar los requisitos para el uso de nuevos químicos. La expansión de los monocultivos, como la soya en Suramérica, ha sido una piedra en el zapato para mejorar las regulaciones ambientales en este aspecto.
En Colombia, aún no se han concretado los proyectos de ley que buscaban controlar y limitar el uso de ciertos insecticidas a favor de la existencia de las abejas. Sin duda, esa tarea pendiente se tendrá que cumplir en los próximos años, cuando las regulaciones internacionales también presionen mejores prácticas en la agricultura nacional para cumplir con estándares más sustentables.
En lo que sí hay cierto avance es en el fortalecimiento del sector apícola, que muestra un crecimiento en los últimos años, y en la promoción de la conservación de los hábitats estratégicos para las abejas. Y esta es una buena noticia.
Por ejemplo, en mayo de este año se promulgó una primera política de conservación de polinizadores, liderada por el Instituto Humboldt, el Ministerio de Ambiente y la CAR Cundinamarca. La iniciativa es un primer paso en la protección y restauración de los hábitats no solo de las abejas, sino de otras más de 250 especies de polinizadores como pájaros, mariposas y murciélagos.
Desestimar la crisis de los polinizadores, en medio de una estrepitosa pérdida de la biodiversidad global, es irresponsable. El riesgo de un colapso en el sistema alimentario es latente.
No es un tema abstracto. Tiene que ver desde con el café que tomamos en las mañanas hasta con la economía de cientos de familias campesinas. Insistir en normas más estrictas en las prácticas con insecticidas y en acciones efectivas para que quienes cultivan la tierra entiendan por qué son tan importantes y sean sus primeros cuidadores es apenas la respuesta lógica y urgente en estos tiempos.
Fuente: El Tiempo