¿Puede haber pesca sostenible? Un debate que no termina

Por Equipo Hanna | Hace 1 año 10 meses en Noticias | Comentarios

La polémica sobre la prohibición de la pesca deportiva revive el debate sobre su importancia económica en el país.

La humanidad necesita comer y subsistir. Comen pollo, cerdo, vacas, chivos, caballo, pulpo, calamares, pescado, y muchos otros animales terrestres y acuáticos. Más allá del debate que involucra a vegetarianos y veganos, hay muchas poblaciones en el mundo que viven en inseguridad alimentaria y que comen lo que pueden encontrar o adquirir. Ahí es donde juega un papel importante la pesca.

Solo de la pesca y de la acuicultura (que es la cría de peces) viven por lo menos 2.500 millones en el mundo de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, y en el planeta se consumen más de 100 millones de toneladas de pescado al año, el 20 % de su ingesta promedio de proteína animal.

Se necesita de la pesca para poder sobrevivir, pero esta no siempre es buena. Esta semana se celebra el Día Internacional de la lucha contra la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, y es una buena oportunidad para explicar los tipos de pesca y resaltar cuáles son más dañinos. ¿Se podrá hablar de pesca sostenible? También permite discutir sobre la reciente prohibición de la pesca deportiva en Colombia por parte de la Corte Constitucional que, aunque todavía no está vigente, ha despertado críticas.

La pesca tiene muchos tipos, unos mejores que otros, y tiene muchas aristas que se deben tener en cuenta, como los grandes mamíferos marinos como delfines y tiburones que quedan atrapados en redes y son sacrificados al no poder ser liberados.

¿Por qué es importante?

Es milenaria y no es exclusiva de los humanos. La pesca es una práctica que también realizan otras especies de animales y que ha alimentado a la humanidad por siglos. No solo ha sido la comida de muchos, sino que además es fuente de empleo y de ingresos para 820 millones de personas en todo el mundo, según la WWF Colombia. Son, con la acuicultura, sustento directo de 12 % de la población mundial pues implica todo un movimiento de personas en torno a esta actividad económica.

No siempre es buena

La pesca ha sido, es y seguirá siendo una necesidad. La clave está en el cómo, en la forma. Según Ángel Andrés Villa Restrepo, biólogo marino experto en pesca, “en los ecosistemas acuáticos existen muchas presiones antrópicas, humanas, que sumadas han llevado a que los ecosistemas y los recursos que están en ellos se vean impactados. La pesca es una de esas presiones cuando no se hace de forma responsable”.

Hoy hay diferentes prácticas y hay pesca ilegal y no regulada que dañan los ecosistemas, diezman las poblaciones de peces y animales marinos y que, al final del día, tiene más impactos negativos para las poblaciones que dependen de ella.

Solo por mencionar algunas cifras, a causa de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, se pierden al año entre 11 a 26 millones de toneladas de pescado, lo que equivale a pérdidas económicas de 10 a 23 miles de millones de dólares, según la FAO.

Pero los más afectados son los ecosistemas: solo 1 % de los océanos del mundo están protegidos ante la pesca, mientras que 93 % de las poblaciones de peces sufren de sobrepesca, según el Informe Planeta Protegido 2020 del Programa Mundial para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Dice Greenpeace que en el caso del océano índico, un tercio de los peces están sobreexplotados.

Y es la pesca industrial una de las que más impacta negativamente. 55 % de la superficie oceánica está cubierta por pesca de este tipo, según Greenpeace, y es esto lo que está sobreexplotando hasta niveles insostenibles a muchas poblaciones, incluidos 33 % de los arrecifes de coral y más de un tercio de todos los mamíferos marinos.

Entonces no solo dos tercios de los ecosistemas marinos están afectados por la pesca, sino que sin peces y sin áreas de pesca no habrá empleo, alimentación ni formas de subsistencia para muchas personas.

Afectaciones indirectas

Más allá de los peces y los pescadores, también hay afectaciones indirectas: los mamíferos más grandes. Según Isabel C. Ávila, investigadora de mamíferos marinos del Institute for Terrestrial and Aquatic Wildlife Research, Alemania, y del Grupo de Ecología Animal de la Universidad del Valle, hay más de 114 especies de mamíferos marinos en riesgo y anualmente unos 300.000 cetáceos mueren enredados, enmallados en redes de pesca en captura incidental. “No son el objetivo de la pesca, pero quedan enredados en redes o cuerdas o enmallados”. Las que más los afectan son las de agalleras, trasmallos, espineles y las redes de cerco.

Además, explica Clara Susana Arias Monsalve, docente de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Corporación Universitaria Remington, la pesca indiscriminada también afecta a los ecosistemas de otras formas, sin darles tiempo y espacio para regenerarse. “Los peces son animales que tienen un ciclo de vida que requiere tiempo y si el ser humano lo interviene, lo interrumpe, y no permite que se renueven los recursos”.

Además, hay efectos secundarios: las lanchas que funcionan con combustibles fósiles también impactan las zonas y las contaminan, dañan corales con las aspas y otros elementos, hay exceso de ruido y movimiento que confunde a los animales marinos, se hace pesca incidental de especies que tal vez están en listas rojas o vulnerables, entre otros. “Todas las especies de tortugas marinas, por ejemplo, tienen algún grado de amenaza. Si caen en esas redes y no son liberadas, seguimos reduciendo poblaciones”.

El riesgo está, además, en que cuando una especie desaparece por completo de un ecosistema, desencadena una cascada de sucesos, porque cada una tiene una función y dependen unas de otras.

¿Cómo ayudar?

Villa explica que se está avanzando hacia el aprovechamiento responsable de recursos pesqueros que son naturales, se pueden renovar. “El buen manejo que nosotros hagamos nos va a garantizar poder seguirlos usando más tiempo”.

Cuenta que los pescadores están realizando estrategias de responsabilidad. Por ejemplo, con la pesca de arrastre, una de las que más ha sobreexplotado, pasaron de tener más de 180 barcos en una zona a tener solo 30, todos con protocolos para realizar captura de camarón sin afectar a otras especies y con mallas de ojo más grande para no atrapar a otros animales.

También, desde el ordenamiento pesquero, hay áreas en las que no se puede hacer pesca industrial, de arrastre: zonas de parques, santuarios o de no captura. “Desde la comunidad pesquera se crearon las Zonas Exclusivas de Pesca Artesanal, Zepa, ubicadas en el Pacífico norte, donde los industriales de arrastre no pueden entrar por el camarón”, añade Villa. Y hay otra figura, los Distritos Regionales de Manejo Integrado, Drmi, donde los pescadores de camarón regulan los volúmenes y los tiempos de captura a solo cinco meses al año.

Así, se han regulado y organizado procesos. Los atuneros, por ejemplo, tienen cuotas definidas y se les permiten solo cierto número de capturas incidentales (de delfines, tiburones...). “Tienen mallas especiales y buzos que entran al agua para liberar tortugas, delfines o tiburones capturados por accidente”. También se ha motivado la pesca con anzuelo para eliminar la malla.

¿La hay sostenible?

Sí. La pesca no tiene que ser negativa para el medio ambiente, aunque el crecimiento poblacional (y, por ende, el aumento del hambre), lo dificultan. Ávila explica que sí puede haber una pesca en armonía con el ambiente, la pesca artesanal, de pescadores locales, embarcaciones y redes pequeñas y selectivas y siguiendo los tiempos de veda, respetando las tallas y solo pescando a los adultos, evitando épocas de reproducción. “En una pesca industrial no veo que se pueda llevar a cabo una pesca sostenible”.

Arias Monsalve añade que en muchas ocasiones se introducen especies que no son naturales de un ecosistema pero que son más rentables o se reproducen mejor para tener más pesca y más ganancias. Esto es un peligro porque altera toda la vocación del ecosistema. “De hacerlo, debería ser de manera controlada y en ecosistemas que no sean naturales sino artificiales”. Como ejemplos, están la trucha o la tilapia, que sí son una alternativa frente a la inseguridad alimentaria, pero que se deben controlar.

Prohibir la pesca deportiva: debate que no ha terminado

El 3 de mayo la Corte Constitucional anunció que prohibiría para siempre la pesca deportiva en todo Colombia y que, una vez pase un año de notificada la sentencia, a mediados de 2023, entraría en actividad. Las críticas y los debates, un mes después, siguen vivos.

Las personas interesadas en practicar la pesca han reclamado, pero quienes más han alzado sus voces son los que se ven beneficiados y dependen de esta práctica: proveedores, dueños de barcos e insumos, entre otros. Las razones para la prohibición son todas animalistas: el sufrimiento al que es sometido un pez que es capturado pero luego liberado.

¿Quiénes son los humanos para ponerse por encima del dolor de otras especies solo por “diversión”? Sin embargo, esta teoría ha sido muy debatida y no hay consenso: ¿son en realidad los peces seres que sienten y sufren? El interés de este artículo, sin embargo, es otro. Más allá del pez, es analizar si la pesca deportiva o recreativa, como también ha sido llamada, es mala para el medio ambiente, para los ecosistemas, las poblaciones pesqueras y los demás animales.

Según Villa, “hay una tendencia a acabar con la pesca”, como si fuera negativa siempre, sin recordar que mantiene con vida y alimentos a millones. “Yo creo que esta sentencia no tuvo en cuenta de forma integral la situación de la pesca deportiva”. Porque, explica, va más allá de pescar y liberar un animal. Muchos pescadores la han usado como una alternativa para aliviar la presión del ecosistema causada por la pesca tradicional, de captura y consumo.

“Cuando un pescador se monta con un turista en una lancha y sale, no importa si la persona pesca o no pesca, igual debe pagar, entonces los ingresos son fijos. En cambio, cuando los ingresos dependen de la pesca para comercializar, sí o sí se deben capturar peces”. Mejor dicho, en la pesca deportiva el pez vuelve al agua y no abandona el ecosistema, no disminuyen las poblaciones.

Y por supuesto están las mismas afectaciones al medio ambiente secundarias a la actividad que ya se mencionaron anteriormente: contaminación de los barcos, ruido, basuras, entre otros. Pero, ¿es mayor que en la pesca industrial? No hay estudios, pero según Ávila “el impacto de la pesca deportiva en cuanto a la biodiversidad es mucho menor que la industrial”. Eso sí, añade la bióloga que si se trata de concursos donde se gana en número de peces recolectados, ahí sí habría impacto.

Mientras tanto, añade Villa que hubo otros aspectos, más sociales, que la Corte tampoco tuvo en cuenta: “En muchas de las zonas donde se hace pesca deportiva hay abandono estatal y muchas economías ilegales. Si eliminamos las legales, la pesca en este caso, la gente se volcará sobre las ilegales. Una cosa es lo que se vive en la ciudad y otra en los territorios”.

Mejor dicho, el debate sobre la pesca deportiva dejó de ser un debate sobre pesca. Ahora, es un análisis que debe tener en cuenta al pez, al medio ambiente, el ecosistema, pero también a las poblaciones y sus situaciones sociales, económicas y culturales.

Fuente: El Colombiano
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